Salvador García Bardón |
"Quien no ha visto Sevilla, no ha
visto una maravilla". Si bien este dichoso dicho sevillanófilo es verdad,
también es verdad, y sólo hay que ir uno mismo allí, entre junio y septiembre,
para experimentarlo en carne propia, que quien no ha soportado los calores de
Sevilla no tiene ni idea de lo que es calor.
Recuerdo que, cuando yo era muchacho y
pasaba unos días de agosto en Sevilla, en una casa sin aire acondicionado (sin
"el fresquito postizo" de hoy), se decía que para freírse un huevo en
Triana, en el mes de agosto, bastaba con echarlo al suelo en la calle.
Como a mí las experiencias de cocinar con
energía solar sobre piedra no me decían por entonces lo que me dicen ahora,
prefería pasarme las horas de la siesta en una de las salas de Cine del barrio
de los Remedios, con aire acondicionado y con sesión permanente. Así combinaba
al tiempo mi deseo de no dormir por la tarde, de soñar con los ojos bien
abiertos y de no transformar en infierno mi paso por la maravillosa Sevilla.
Debo confesar, en honor a la verdad, que
una de las experiencias más sibaríticas que tenía por entonces era el
refugiarme, para leer, estudiar o conversar, al caer de la tarde, en cualquiera
de los muchos rincones de sombra del Parque María Luisa. Lo más cerca posible
de la nubecilla tornasolada de un surtidor en marcha, parecía que era posible
acceder al cielo desde el infierno, sobre todo si a mi lado tenía la frescura
de una compañera, cuya voz cristalina repleta de ilusiones me animaba a
conversar y a imaginar más allá del estudiar.
Entre aquél entonces mío y el ahora de la
mayoría de los sevillanos parece que hay algunas diferencias que, a pesar de la
democracia, no han mejorado sino empeorado el enemigo mayor, que son "los
calores", no en singular, sino mucho más en plural.
Le dejo la palabra para contarlo a la
historiadora Doña Alicia Hermosa, cuyo mayor mérito, como valiente escritora y
defensora del pueblo sevillano, consiste en "bloguear para
testimoniar".
A golpe de calor
por Alicia Hermosa
A golpe de calor vivimos en Sevilla y un
golpazo de calor es el que nos va a dar a los sevillanos/as en Agosto, pues
entre el calor del sol, el calor de las maquinitas del metro, el calor de los
aires industriales de grandes empresas, que te lo echan a tu casa; entre el
calor y sofoco que da lo pegajosa que está nuestra ciudad, nos va dar un
telele.
Oigan, y ahora que tanto hablan de la
interculturalidad de los pueblos ¿por qué no nos hacen fuentes al estilo de la
Fontana o, al menos, por qué no les enchufan el agua a las que hay?
Sevilla se ahoga entre su propio calor y
el ajeno que nos regalan. Esta ciudad está que arde.
¡Cuidado, Sres.Turistas, que se nos suele
ir la luz, y el fresquito postizo se esfuma!
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