La Velá nunca ha sido mi fuerte. Tal vez
sea herencia de familia: vivir en la calle Betis es una de las fórmulas más
directas que conozco para abominar del ambiente festivo en los días señalaítos,
ésos que alguien con muchos trienios resumía con un inconfundible desdén no
exento de trianería: grifotas en la muralla y olor a fritanga. Eso era en los
años 50 del pasado siglo, desde luego, porque ya los zagalones no fuman grifa
sino hachís y el catálogo de pestilencias ha aumentado considerablemente desde el
aceite pasado de los peroles de entonces.
Muchos podrán objetar mi desafección a la
Velá, a lo que sólo se me ocurre contraponer el chiste con el que termina la
película 'Con faldas y a lo loco': "Nadie es perfecto". El distrito y
la comisión organizadora se han empeñado este año en resucitar el espíritu
antiguo de la fiesta en el arrabal y guarda, aunque probablemente nadie sepa a
ciencia cierta qué cosa sea. Desde luego, no aquellos concursos de tiradores de
cerveza y de besos largos con que se llenaban las horas muertas del programa de
actos en mi adolescencia. Quizá fueran las carreras de cintas en bicicleta que
organizaba Zepelín o las banderas de
la cucaña que se ganaba casi en exclusiva El
Marino.
Se considere como se considere y referido
a la época que se quiera tomar como modelo, el alma de la Velá de Triana
siempre ha oscilado entre la de una verbena de barrio y la de una feria de pueblo.
Probablemente, participe de ambas manifestaciones populares aunque a los
puristas de una y otra acera de la calle Betis les parezca herético. La
verdadera grandeza de la fiesta trianera no está en las casetas de trago largo
para jovenzuelos ni en los cacharritos de luces de colores para los niños como
dos estereotipos de esa alma gemela que venimos considerando. No, la mayor
virtud de la Velá es el río: la única fiesta en Sevilla —perdonen la herejía
los trianeros más puros– que mira al Guadalquivir. Soñar (despierto) con la
`Música acuática' de Haendel interpretada desde la barcaza de la cucaña puede
que no sea, después de todo, tan disparatado.
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