Cualquier rincón sevillano en
primavera es especial y si ese espacio urbano lo envolvemos con elementos
artísticos e históricos, es algo simplemente extraordinario. En nuestra ciudad
poseemos innumerables sitios donde se dan esas circunstancias, pero por
cercanía permítanme que les hable hoy de nuestro Alcázar.
El tránsito por sus palacios
nos causa sin duda, un inigualable enriquecimiento y a su vez nos transporta a
mil y un acontecimientos que en el transcurso de la historia se han producido,
mientras que el paseo por sus jardines nos ofrece un suave deleite en lugares
de reposo y meditación.
Siendo gratuita la entrada
para los sevillanos o residentes en la ciudad, es una muestra más de la
voluntad alcazareña de integrarse en la cotidiana vida de los sevillanos y así
ofrecer las numerosísimas posibilidades que la milenaria historia allí
condensada permite. Apreciaciones artísticas, arquitectónicas o botánicas,
entre otras muchas, son fácilmente percibidas al pasear por sus palacios y
jardines.
Jardines hispanomusulmanes
como el de Alcubilla, Danza (donde la naturaleza superó la fantasía), Troya,
Galeras, Flores, etc.. Jardines renacentistas como el de las Damas, cuya
geometría evoca la boda imperial. Naturaleza urbanizada sin bordes definidos,
donde no hay calles sino sendas, nos presenta el jardín inglés. Ordenada
cuadrícula con atributos arquitectónicos se reúnen en el jardín del Marqués de
la Vega-Inclán o profundidad y soledad la que nos muestra el jardín de los Poetas,
hoy coloreados con modernas rosaledas. En síntesis, jardines sevillanos en un
palacio real para el disfrute colectivo y sereno en cualquier época del año.
Placeres visuales, aromáticos
o sonoros son los que nos proporcionan esos jardines palaciegos con más de
medio centenar de fuentes y estanques, que con el rebose del agua nos ofrece
uno de los tres sonidos más agradable para el oído del hombre, según un antiguo
dicho popular: "La voz de la mujer amada, el tintineo del oro y la caída
del agua".
Paseando por tanto, por el
monumental recinto son muchas, muchas las ocasiones donde nuestro Alcázar, como
sucede con Sevilla, se nos explica solo... eso sí, para quien lo quiera
entender.
José María Cabeza Méndez
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