Los problemas de la organización de los recorridos
cofrades que este año se han agudizado con los de la Madrugada llegando incluso
a forzar la dimisión del delegado del Consejo, tienen una raíz común de
comprobación fácil: el aumento de los nazarenos y el crecimiento del público
que desea ocupar sillas en la carrera.
En este último aspecto es notable la información
divulgada en el Diario de Sevilla poniendo de manifiesto cómo el Consejo de
Cofradías ha recibido peticiones que equivaldrían a sumar 26.562 nuevos
asientos a los 34.000 ya existentes.
Conviene, pues, afrontar sin demora el alargamiento
de este recorrido unitario. Pero ¿Por dónde hacerlo?... Es la cuestión debatida
siempre. Desde mi punto de vista, por el final: Las cofradías dejarían de
entrar en la Catedral por la Puerta de San Miguel y lo harían por la del
Príncipe, conocida también como de Colón, tras haber ampliado su itinerario por
Fray Ceferino González.
En ese espacio frontero al edificio de Correos
podría montarse una tribuna con esplendidas perspectivas de la llegada de las
Hermandades que haría las delicias de las cámaras de la tele. Una segunda
Campana si cabe de mayor atractivo y esplendor que la actual.
Y, si crece sin parar el número de nazarenos,
ampliemos sus posibilidades de salir en la cofradía: creemos un doble cortejo.
Uno de ida, del templo a la Catedral y otro de vuelta, de la Catedral al
templo.
Dos ideas.
Dos soluciones. Al principio pueden parecer insólitas… Analizadas con
serena frialdad, factibles.
Sabido es que la Carrera Oficial tiene su origen en
el Sínodo de 1604 en el que el Arzobispo Cardenal Niño de Guevara, para tener
bien controladas a las cofradías de penitencia las obliga a que se sometan a un
recorrido común que confluya en la Catedral.
Lo hacen partiendo desde la Plaza de San Francisco,
punto de cita tradicional de los sevillanos para el dolor y el gozo. Para las
ejecuciones públicas y para los encuentros festivos. Y así, desde sus inicios,
la Carrera se extiende escasamente desde la fachada trasera del Ayuntamiento a
la Catedral. Pero pronto empieza a crecer y lo hace prolongándose por la calle
Sierpes hacia la Campana.
En este enclave urbano viene a situarse el
itinerario común de las procesiones penitenciales inamovible a través de los
siglos y engrandecido en la época presente con la multiplicada difusión de los
medios radiofónicos y televisivos.
Llegar hoy a la Campana ha venido a ser para todas
las cofradías un acontecimiento si cabe más importante que alcanzar la Catedral
y los cortejos de muchas de ellas se alargan tanto que su lento desfile puede
resultar insoportable a los ojos de los espectadores.
Sobran nazarenos. Especialmente desde la
incorporación de las mujeres. Este es un hecho objetivo causa de muchos
problemas. El del encaje de la Madrugada también. ¿Por qué no hacer como los
costaleros? Implantar los relevos. ¿Tan difícil es trasladar este sistema a los
tramos de la cofradía?...
En los últimos años hubo dos momentos en los que
estuvo a punto de variar, por diversas circunstancias, el itinerario. El
primero fue en 1999 con motivo de las obras de restauración de la Puerta de San
Miguel. El Cabildo incluso llegó a plantear al Consejo el cambio de la puerta
de entrada de las cofradías. Fue la primera ocasión en que se barajó realmente
y sobre el terreno la posibilidad de ampliar el recorrido común por Fray
Ceferino. Se llegó a desmontar y a modificar la reja del atrio y el cancel de
la puerta del Príncipe para facilitar que todos los pasos pudieran entrar, y se
hicieron múltiples mediciones. Al final, y en vista de la complejidad que
tenían algunos de misterio para girar y evitar el monumento a Colón y de las
razonadas objeciones en este sentido de la Esperanza de Triana, el propio
Cabildo dio marcha atrás a su solicitud y se desmontaron los andamios de San
Miguel.
La segunda ocasión en que se planteó un cambio fue
con el encierro de los mineros de Boliden, para evitar el paso ante el
corralito que tenían instalado. El itinerario que se barajó fue el de discurrir
por delante del Altar Mayor para hacer estación al Monumento en el Altar del
Jubileo, pero no hubo necesidad ante la desconvocatoria del encierro.
Prolongar por el final es lo más sencillo. Requiere
una actuación previa: trasladar el monumento a Colón a otro lugar dentro de la
Catedral.
No habría que hacer nada más. La Madrugada parece
intocable. Pues no la toquemos. Ni los recorridos, ni el orden. “No la toquéis
ya más que así es la rosa” que dijo Juan Ramón.
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