Han vuelto.
Hoy he contado seis. Cinco hombres y una mujer. Hasta ahora no habían recalado
en los soportales de Republica Argentina. No logro descubrir por qué
desaparecen y la causa por la que invariablemente vuelven. Como golondrinas.
Quizás sea
porque el frio arrecia en el norte. Y se van cuando el calor de Sevilla
aprieta, o afloja la ropa.
Vienen
porque tienen refugio seguro. Buena recaudación. Menos competencia al no haber
acordeonistas rumanos. Solo uno desafina en la calle Asunción. Solo uno y uno
no es ninguno.
La que no me
cuadra es la mujer. Quizás sea como la Dolores, amiga de hacer favores. No
pregunto por sus vidas. A mi ¿qué me importa? Y mentirán. Y estoy saturado de
malestar social y los políticos ya no me engañan. Son todos iguales. Corruptos.
No se puede fiar de ellos.
De pronto,
casi al final de los soportales, hay otro. En un cajón de plástico, envuelto en
mantas hay un perrito que mira ansioso, expectante. Al lado un carro de
supermercado lleno a tope con sus pertenencias. Una radio magnifica; que en
esos momentos está sonando una romanza. Escuché: era la Roca fría del Calvario
de la zarzuela. La Dolorosa.
Me registré
los bolsillos y deposité en su platillo unas monedas.
Solo un
gesto de agradecimiento. Sin hablar. Chissst.
Me enjuagué
una furtiva lágrima que resbalaba por mi mejilla.
Me marché
despacito sin hacer ruido…
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