miércoles, 3 de febrero de 2016

Una lágima furtiva




Han vuelto. Hoy he contado seis. Cinco hombres y una mujer. Hasta ahora no habían recalado en los soportales de Republica Argentina. No logro descubrir por qué desaparecen y la causa por la que invariablemente vuelven. Como golondrinas.
Quizás sea porque el frio arrecia en el norte. Y se van cuando el calor de Sevilla aprieta, o afloja la ropa.
Vienen porque tienen refugio seguro. Buena recaudación. Menos competencia al no haber acordeonistas rumanos. Solo uno desafina en la calle Asunción. Solo uno y uno no es ninguno.
La que no me cuadra es la mujer. Quizás sea como la Dolores, amiga de hacer favores. No pregunto por sus vidas. A mi ¿qué me importa? Y mentirán. Y estoy saturado de malestar social y los políticos ya no me engañan. Son todos iguales. Corruptos. No se puede fiar de ellos.
De pronto, casi al final de los soportales, hay otro. En un cajón de plástico, envuelto en mantas hay un perrito que mira ansioso, expectante. Al lado un carro de supermercado lleno a tope con sus pertenencias. Una radio magnifica; que en esos momentos está sonando una romanza. Escuché: era la Roca fría del Calvario de la zarzuela. La Dolorosa.
Me registré los bolsillos y deposité en su platillo unas monedas.
Solo un gesto de agradecimiento. Sin hablar. Chissst.
Me enjuagué una furtiva lágrima que resbalaba por mi mejilla.
Me marché despacito sin hacer ruido…

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