Estos españolitos han venido al
mundo. Y ninguna España les helará el corazón mientras estos viejos y sus
enseñanzas pervivan.
¡Que mañana
tuve ayer!
Aún me estoy
relamiendo. Y se me inicia una sonrisa y entorno algo los ojos. Mi mujer me
mira de hito en hito y seguro que se pregunta, algo mosca, qué me pasa.
Sin más
preámbulos: Yo estaba primero en el banco. Tranquilo, ojeando el periódico , al
tiempo que miraba furtivamente lo que pasaba.
De pronto,
una chica joven, con un carrito, se sienta a mi lado. La miro, balbuceo un
saludo apenas respondido.
Del carrito
un llanto desgarrador de bebé. ¡Me sobresalta! Miro a la chica. Saca al niño y
empieza a hablarle bajito, lo mece suavemente, le pone el “chupe”. Todo inútil.
Sigue el llanto y el pataleo, no calla ni se calma.
Le pregunto
a la presunta madre:¿Qué tiempo tiene?
Tres días,
me responde.
Disculpe,
señora, yo he sido toco ginecólogo. ¿Dónde lo ha tenido? En el maternal del
Virgen del Rocío. Muy bien asistida por un matrón. Rapidito. Este es el
segundo. Mi madre me dice que no debería salir a la calle hasta que no esté
bautizado y presentado a la Virgen. Pero ya ve, aquí estoy con mi hijo Pablo.
Y le digo:
Dele de comer, tiene hambre. Y así lo hace. Ni corta ni perezosa saca un pecho
y Pablito lo coge con afán.! Que mamón! Y calla, duerme. Esboza la sonrisa de
los ángeles. Con tres días y la madre con el costo y el calostro en su
maravilloso envase.
Al pronto
había a nuestro alrededor tres carritos .Antes se juntaban preñadas y ahora
paridas.
Y yo en medio, feliz. Estos españolitos han venido al
mundo. Y ninguna España les helará el corazón mientras estos viejos y sus
enseñanzas pervivan.
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