martes, 3 de noviembre de 2015

Cajón de satre. UN DRAMATICO SUCESO FUE EL ORIGEN DE LA MARCHA PROCESIONAL “VIRGEN DEL VALLE”.-



Este trágico suceso fue el origen de una de las marchas más inspiradas y piadosas de nuestra Seana Santa "Virgen del Valle"
Una de las marchas procesionales más antiguas, y tal vez de las dos o tres mas inspiradas y piadosas, muy lejos de la desagradable fanfarria que actualmente nos sorprende tras muchos de los estremecedores y piadosos misterios de nuestra Semana Santa, es la marcha “Virgen del Valle”.  Como es sabido, su autor es el maestro Vicente Gómez Zarzuela. Pero es menos conocido el trágico origen de esta conmovedora música, del que se hizo eco la prensa nacional publicándose incluso grabados del pintor José Arpa en el Nº XLIII de la revista “La Ilustracion Española y Americana”, de 22 de noviembre de 1896 y recogen, con abundantes detalles del pleito que motivó la tragedia, dos publicaciones coetáneas de los hechos, editadas por la Tipografía de la Viuda de Gironés (Sevilla, 1899), hechos igualmente relatados recientemente, entre otros, por Manuel Rodríguez Aguilar y, en el libro “Historia de la marcha Virgen del Valle”, por José Manuel Delgado. 
Esto fue lo ocurrido: En el tristemente célebre año de 1898, un grupo de amigos, muy conocidos en la sociedad sevillana, tomaron el vaporcito “Aznalfarache” para ir de caza al coto Doñana. El barco era un pequeño vapor de río de la Sociedad “Camacho y Cía”, que hacía normalmente la carrera de Sevilla a la Puebla del Río, junto a Coria del Río, con escalas en San Juan de Aznalfarache, Gelves y Coria del Río; había sido construido en Burdeos con 28 TRB, 19,60 metros de eslora, 3,10 metros de manga, 1,45 metros de puntal, y una pequeña máquina de vapor de 15 NHP que le propulsaba a una velocidad máxima de 6 nudos. Era la medianoche del 7 al 8 de noviembre de 1898, noche tranquila  de luna clara. A bordo, veintitrés personas: los diecinueve amigos, el patrón Antonio Martínez Montes, un mecánico, un marinero y un camarero. Tras parar en San Juan de Aznalfarache para cenar, y en Coria del Río donde embarcó otro amigo, continuó su navegación entre música y risas de los viajeros. 
Aproximadamente a las cinco de la madrugada remontaba el Guadalquivir el vapor “Torre del Oro”, buque que hacía el servicio mercante entre Sevilla y Marsella, de gran porte, fabricado en los astilleros ingleses en 1887, con 1.321 TRB, 74,33 metros de eslora, 9,55 metros de manga y 5,27 metros de puntal movido por motor de 130 NHP que le permitía una velocidad de 10 nudos. Al mando el capitán José Heredia González. A la altura del Caño de la Mata, el “Torre del Oro” colisionó con el “Aznalfarache” con tal violencia que el pequeño vapor se hundió rápidamente a una profundidad de 22 pies. Solo se salvaron  el patrón y el librero Juan Antonio Fe , muriendo el resto de los pasajeros que iban en sus cabinas: Javier Ruiz de Lecanda, interventor de la sucursal del Banco de España y su amigo Fernando Aguilera, profesor de la clase de modelado y vaciado de la Sociedad Económica; Francisco Pro, dueño de un establecimiento de perfumería y juguetes y sus dos dependientes Manuel Vázquez Marín y Sebastián García Alfonso; Antonio Enrile, capitán de ingenieros retirado; Manuel Alvear, cajero del Banco de España; Enrique Peña, joyero; Jacinto Mora, agente comercial; Alberto Barrau, hijo del ingeniero Leoncio Barrau; José Camacho, comisionista; Ricardo Villegas, pintor y hermano del célebre pintor José Villegas; Baldomero Vidal, comerciante; Baldomero Sánchez de Toro, comerciante; Juan Gonzalo, sombrerero; Enrique Castellanos, hijo de industrial de cerámica y un comisionista de la casa Fe; el maquinista del Aznalfarache conocido por Pepe el maquinista, el marinero José Núñez y el cocinero Joaquín Suero. 
Vicente Gómez Zarzuela, que en la fecha tenía 28 años, consternado por la gran tragedia, se puso inmediatamente manos a la obra y  compuso la marcha “Virgen del Valle” en homenaje de su difunto amigo Alberto Barrau. El extraordinario homenaje musical, dedicado a la “Virgen del Valle”, trae en sus notas inspiradas el recuerdo del luctuoso hecho y aunque la gran mayoría de los cofrades, y por supuesto la inmensa mayoría del público oyente no informado, no se den cuenta, constituye de hecho una majestuosa oración sonora por este grupo de buenos sevillanos y un llanto imperecedero por su lamentable pérdida.
2 octubre 2015

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