Se hartan de contarnos las claves ocultas
de la Feria, de enseñarnos esas trastiendas con orondos cocineros friendo
pescado, con feriantes de los de verdad (los de la Calle del Infierno) narrando
las peripecias de cada pueblo y las zancadillas que les pegan los ayuntamientos
de turno queriendo sacarles lo que no pueden exprimirle a sus propios vecinos
con el IBI, que ya lo decía el sabio tabernero del Portón cuando insistía en
invitar al café con la tostada de última hora de la mañana.
-No te preocupes que lo tuyo lo va a
pagar el guiri que se está comiendo ya la paella.
Pues eso. Que hay ayuntamientos que
pretenden que el tío de la Noria, el del Gusano Loco y el de la Barca Vikinga
paguen los recibos de la contribución urbana que se despistaron del segundo
semestre devengado. Y nos lo cuentan en esos magníficos reportajes de
televisión de 24 horas donde la mitad se despelota en una playa y la otra mitad
hace el canelo a las ocho de la mañana en un una churrería ambulante próxima a
la portada. Mucha trastienda, mucho tratar de enseñar las verdades de la Feria,
mucho abrir en canal esta fiesta universal, pero nadie se ha ido a enseñarnos
esos retretes de las casetas donde sí que se encuentran las grandes claves,
donde se exhiben esas normas de conducta en plan “ahora que no nos ve nadie, va
a leer usted detenidamente mientras hace sus cositas cómo debe comportarse, so
maleducado”. Y sale uno de allí avergonzado, porque te dicen desde cómo tienes
que vestirse hasta la hora tope a la que puede haber menores de 14 años y
cochecitos de bebé en la caseta. Lean, lean. Y no es en una caseta, sino en
muchas. No se habla de señores, sino de caballeros (con o sin caballo) a los
que se les exige atuendo de chaqueta, las zapatillas de deporte están
prohibidas (como en el Pachá de Madrid) y a partir de las diez de la noche se
recomienda el uso de la corbata. No dice qué tipo de nudo debe lucir (si el
nudo de gran tamaño modelo Gregorio Serrano, el nudo distraído modelo Juan
Espadas o el nudo triangular que nunca se cae modelo camarero del Aeroclub),
pero se deduce que hasta antes de las diez puede usted ir despechugado, como si
usted fuera un primer teniente de alcalde en un reciente sepelio, a cuello
abierto exhibiendo la pelambrera alta del pecho cual guitarrista ochentero. Y
todo esto se entera uno mientras orina, oiga. Pedagogía o conciliación del ocio
y el ejercicio de las necesidades básicas. Al salir de ese retrete lo primero
que hace uno es mirar el reloj (por si han dado las diez), autoescrutarse y
pensar dónde fue la última vez que vio el carrito del niño.
No hay que olvidar esas casetas que para
darse importancia colocan en el retrete un frasco de colonia de baño, un peine
y una toalla, como si fueran los limpísimos servicios de los caballeros
maestrantes de la plaza de toros donde se ofrecen además prismáticos y mullidas
almohadillas de válvula. Pero qué cochinos los de esas casetas pretenciosas,
qué asco de toalla a partir de media tarde, cuando tienen ya hasta una fauna
protegida de bacterias, sabrá Dios la trayectoria de ese peine al que siempre
faltan entre dos y cuatro púas. ¿A quién se le ocurre poner toallas en el
servicio de una caseta? Si el summum de la falta de higiene lo marcan siempre
en Sevilla la bombilla de una cuadra o el servicio de una caseta. Y todo por no
poner un rollo de papel higiénico. Ocurre como cuando se modernizaron los
canapés que perdimos en la Caseta Municipal, que se oía a cierto alto cargo
socialista decir cada día en tono jocoso: “Hay que ver lo que inventa Juliá
para no tener que poner jamón”, mientras se zampaba el consabido mini-tomatito
con una puntita de anchoa. Pues hay que ver los aires de importancia con los
que se camuflan algunos titulares de casetas para no gastarse los euros en
rollos de papel. Fíjense en los urinarios de la Feria, auténtica trastienda. Si
a las ciudades se les conoce por sus mercados y cementerios, las claves más
profundas de muchas casetas están en los servicios. Los retretes de la Feria
hablan. Y dan órdenes, vaya si las dan. A las diez, los cuellos cerrados. Y los
niños, chupete y a la cuna.
Publicado en: La Caja negra
Diario de Sevilla
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