Pero llegas Tú y surges de un Evangelio
escrito en surtidores, proclamado en la verdad del agua luminosa y manando de
la llaga sonora de las fuentes. También Sevilla es palabra de Dios.
Mi salvación está prendida al temblor de
las hojas del Parque. Allí me la dejaste amparada en la arboleda, sujeta a las
ramas que rozaban tu morado martirio. Sólo creo ya en la brisa de la tarde que
me trae tu evocación. Sólo profeso la fe
del eco de las cornetas que te anuncian o los tambores que te recuerdan. Cuando
la banda, por las tardes, ensaya cruzando los paseos, todo parece seguir
estremecido por Ti. Hasta los arriates se diría que me ofrecen las mismas
flores del último Domingo de Ramos. Hasta los naranjos rezuman por diciembre un
aroma de marzo. Y a través de una fronda atravesada por dagas de luz blanca, me
libero de los vacíos de una religión que ya no me contesta y un mundo peligroso
jugando al fuego de tantos abismos.
Puedo vivir mil días de preguntas o
cargar con veinte siglos de misterios. Pero apareces Tú y escapa huidiza mi
ignorancia. Los dogmas no resisten tantos meses como hay entre los albores de
una primavera y otra. Es demasiado tiempo para soportar la vida sin una brizna
del aire azul y fino de Sevilla. Pero llegas Tú y surges de un Evangelio
escrito en surtidores, proclamado en la verdad del agua luminosa y manando de
la llaga sonora de las fuentes. También Sevilla es palabra de Dios. Es cuando
más firmemente lo creo todo y lo espero todo. Es cuando a tu paso el estanque
cuenta tu Victoria, esa que es la mía, quizás la de todos.
Pepe Fuertes
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