Señor mío, Dios río de Sevilla y Triana.
Señor mío, Dios río de mi abrupto
paisaje,
regazo caudaloso donde aún me refugio,
sangre y agua, veneros que sin Ti no
suceden.
La tarde es una sed que sumerge mis
labios
en su propio vacío, redimiéndome el jugo
de la oración callada. Señor mío, Dios
sangre,
ahora reconozco que no quise beberte
sin aridez extrema. La sed es un ocaso
donde aún te contemplo guardando tu
agonía
fluvial en mi costado. Una tarde tan
larga
no cabe en este Viernes, rebosan los
celajes
y se inunda de malvas el cielo fugitivo.
Aquí tu Expiración es lo que fluye ahora
para desconsolarme con orillas de luto.
Tú eres el camino, la verdad y la herida
que mana su belleza a pesar de lo
adverso.
Tú eres el destino, la bondad y la huida
hacia ninguna muerte, realidad que señala
lo que nunca serías sin la misericordia
alzada en tu perfil sobre el cielo
clavado,
Señor mío, Dios río de Sevilla y Triana.
María Sanz
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