domingo, 20 de diciembre de 2015

Belen viviente. Ángel Boix Fos




Allá arriba, terminada la cuesta del “caracol”, está Sanlúcar la Mayor. Pueblo con solera, nobleza y belleza. Desde donde se ve Itálica la famosa y lo que fue un poblado sobre estacas plagado de mosquitos y malos olores: Serba la Barí.
Ya los romanos se dieron cuenta y dos mil años hace, decidieron instalarse allí, porque los inviernos eran benignos y los veranos deliciosos.
Hicieron una muralla protectora y poderosa que garantizaba una siesta tranquila y silenciosa. Desde entonces ese descanso es sagrado.! Que sabios!
Al amparo amurallado ha surgido este año un mercado palestino, con alfareros, ganaderos, panaderos, pescadoras pregoneras, pastores, hortelanos con gallinas, pavos y palomas. Caballos y mulillas que tiran del trillo con ritmo lento y constante. Herrero y armero. Una centuria que vela contra los bárbaros del norte y los ladrones del sur.
Y una posada completa y cerrada.
Al lado un portal semicubierto o cuadra con un buey y una mula amarrados a un pesebre.
Una candela que templa el frío, con el calor y el aliento de los animales, es todo lo que acoge el nacimiento del Niño Dios.
Y allí arriba,  entre casitas humildes por fuera, con ventanas adornadas por geranios y que son enormes por dentro, típico moro, para no suscitar envidias malsanas. Con jardines increíbles, pozo, agua fresca. Huerto claro, jazmines, damas de noche . Aromas de un Paraíso anticipado
Allí han instalado un Belén viviente tan real que al caer el Sol aparece una luz como de metal bruñido que señala al portal. Y casi se me saltan las lágrimas cuando mis nietos dicen que se quieren vestir de soldado y pastor para guardar y adorar al Niño Jesús .

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