El 3 de febrero de 1729 hizo su entrada por el puente de
barcas en Sevilla el Rey Felipe V y su familia, con una comitiva compuesta por
85 coches, 350 calesas, 3 berlinas, 750 caballos, 3.121 acémilas y 88 carros y
galeras que concitaron el asombro y la admiración del vecindario a su paso. Y
aquí estuvo la Corte de la monarquía española hasta el 16 de mayo de 1733, con
una abigarrada y selecta compañía de aristócratas y los artistas más
prestigiosos del momento. La estancia de la Corte en la Ciudad se conoce como
“el lustro real”, durante el cual se organizaron en Sevilla muchas celebraciones.
En la
familia real figuraba el hijo del Rey, el futuro Fernando VI, que ese mismo año
de 1729 había contraído nupcias en Badajoz con la infanta portuguesa Bárbara de
Braganza, hija de Juan V de Portugal y de María Ana de Austria. Bárbara era una
princesa culta (se dice que hablaba seis idiomas) y gran amante de la música
que practicaba desde niña. Su maestro era nada menos que Domenico Scarlatti
(Nápoles 1685 – Madrid 1757), que desde 1721 estaba en la corte de Lisboa dedicado a la enseñanza musical de la
princesa, a la que acompañó desde entonces en ese menester. Así lo vemos en
1729 en Sevilla con la Corte. Y sin duda Sevilla y su música popular le sirvieron
a Scarlatti de inspiración para una parte importante de su obra, que se aprecia
de forma manifiesta en muchas de sus sonatas para clave, instrumento que
popularizó en España dando origen a la escuela de clavecinistas españoles, que
alcanzó el culmen con el Padre Soler. Música que, en opinión de los estudiosos,
en muchos de sus acordes y soluciones técnicas quiere recordar el sonido
inconfundible de la guitarra.
Domenico
Scarlatti desarrollaría ya en España el resto de su actividad musical hasta su
muerte en Madrid, en su domicilio de la calle Leganitos, en cuya fachada el
Ayuntamiento colocó una inscripción con legítimo orgullo de tan ilustre vecino.
La
influencia de Sevilla en la música de Scarlatti se pone de manifiesto, de forma
brillante y atractiva al máximo, en un precioso documental titulado “Sur les
traces de Domenico Scarlatti: Le voyage de Christian Zacharias à Sevilla”,
dirigido por Edgardo
Cozarinsky y coproducido por “La Sept”, Institute Nacional de l’Audiovisuel” y por la productora alemana “W.D.R ( Colonia)”
con la participación del Centre National de la Cinematographie y del Ministere
de la Culture (Direction de la Musique).
El protagonismo del documental es triple: Scarlatti y Sevilla, por
supuesto, pero también y sobre todo Christian Zacharias, el gran pianista y
director de Orquesta nacido en Jamshedpur (India) en 1950 y cuya carrera
musical es brillante y mundialmente aclamada (en Sevilla ha actuado en 2008
como solista, en 2010 como pianista y dirigiendo a la Real Orquesta Sinfónica
de Sevilla y la última vez, en un recital de piano el 7 de abril de 2014 en el
que interpretó, entre otras, cinco sonatas de Scarlatti).
El precioso documental está íntegramente rodado en Sevilla y en él
Zacharias interpreta con gran virtuosismo ocho de las Sonatas de Scarlatti en
el encantador ambiente del Alcázar, donde la cámara se recrea en la filigrana
morisca de sus azulejos y el encaje de sus portadas. Pero no se limita a
interpretarlas, las explica con apasionada vehemencia resaltando la influencia
del folklore español en las obras de Scarlatti, cuyo ambiente musical moro,
gitano, judío son patentes, los melismas árabes. Y confiesa que en la música de
Scarlatti la sonoridad del piano querría que fuera como la de una guitarra,
porque la cuerda es más armónica y tiene una vibración más sensible y distinta
de la más dura que transmite el martillo golpeando la cuerda en el piano. Y
mientras, el artista va paseando por los rincones más entrañables de Sevilla
comentando la música de Scarlatti, y la cámara se recrea en la Sevilla
monumental y hermosa, sus rincones típicos, sus fiestas y ceremonial, los
cantaores y el aprendizaje del baile flamenco de la mano de Matilde Coral. Y se emociona el pianista relatando que el
empaque de España, de Andalucía y Sevilla y la inspiración de la música
española, siempre le han impresionado, como le impresionan de España el ritmo y
la alegría de su gente, el calor, la vida nocturna… Y desgrana y reitera notas de las Sonatas en
las que quiere reconocer el batir de las palmas y el zapateado del flamenco, el
sonido de la “malagueña” con sus acordes tan notorios en algunas de las partes
de las Sonatas de Scarlatti. Y confiesa lo fascinante que resulta que un
compositor sea capaz de sumergirnos en el misterio, en la melancolía a veces,
en el encanto que nos transporta a esas placitas pequeñas del barrio de Santa
Cruz.
Confiesa el pianista que de Beethoven y Mozart siempre vuelve a
Scarlatti como impulsado por una necesidad de artista. En un momento de la
grabación, Zacharías se pregunta de dónde
le viene su amor por Scarlatti y se contesta que en algún lugar de su infancia se encontró con las
sonatas del italiano y ya no pudo deshacer el embrujo que su música operó sobre
él.
El documental, de una hora de duración, es una auténtica delicia.
Y nos pone por delante a uno de los grandes de la composición musical, de la
mano de uno de los grandes pianistas del momento… y en el fondo, majestuosa,
Sevilla como inspiradora de ambos.
Pedro Sánchez Núñez,
C. de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría.
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