miércoles, 20 de mayo de 2015

Lo que más se canta en el Rocío




¿Más que las sevillanas del Olé?... Más. ¿Más que eso de “Lloran los Pinos del Coto”?... Más. ¿Más que “La buena gente”?... Más… ¿Más que…?...
Más que todo lo que pueda recordarse. Y todos los días. Y en  todas las Hermandades…
Lo que más se canta en el Rocío es “Salve, Madre”
¡Ah!... Bueno; pero eso no es una canción. Eso es un rezo. Es la Salve a la Virgen.
La Salve litúrgica será la traducción de Salve Regina, Mater misericordiae que suele entonarse en latín, el idioma en que se creó y, durante algún tiempo, se atribuyó a Bernardo de Claraval. (Ahora se sabe que éste sólo añadió la invocación final: O clemens, o pia / o dulcis, Virgo Maria). Esto es otra cosa. Una Salve popular nacida en Sevilla y extendida rápidamente al Universo cristiano.
En las líneas que siguen voy a recordar cómo fue este nacimiento.
A finales de los felices veinte, cuando los sevillanos estabamos metidos en los preparativos de la Exposición Iberoamericana, se le ocurrió al Cardenal Eustaquio Ilundain y Esteban que ocupaba la silla arzobispal organizar un Congreso  Mariano en el que España, Portugal y las naciones de allende el Océano de cuyo conjunto muchas acababan de superar las tensiones de su emancipación, se dieran un abrazo fraterno amparados por la creencia compartida de la mediación de la Virgen María.
Agradó la  idea al Papa que era Pio XI y así tuvo lugar el Primer Congreso Mariano Hispano Americano que se celebró en nuestra ciudad  del 15 al 21 de Mayo de 1929. 
El clérigo José de Vides y Sacristán, a la sazón párroco de San Pedro y San Juan Bautista, fue nombrado Secretario General y escribió la Crónica de esta magna Asamblea que dio para un voluminoso libro de mil sesenta y dos páginas y cerca de medio centenar de fotos en blanco y negro en donde quedaron recogidas las personalidades asistentes y algunos de los actos complementarios celebrados, entre los que se contaron una gran procesión mariana con la Virgen de los Reyes que recorrió las calles el domingo 19 de mayo, una Cabalgata Histórico Mariana, que lo hizo antes y la representación de un Auto Sacramental escrito por Calderón de la Barca y titulado “San Fernando y la Virgen de los Reyes”. 
Un Congreso tan importante necesitaba su himno y recibieron el encargo de escribirlo el músico Eduardo Torres  y el poeta Restituto del Valle. Los dos, sacerdotes y el primero miembro de la Junta organizadora del Congreso en su calidad de Maestro de Capilla de la Catedral.
Fruto de su inspiración y su trabajo fue este tema de la polifonía religiosa dado a la luz inicialmente para órgano y masa coral y titulado en su origen “Salve, Madre, en la tierra de mis amores” cuya letra completa es la que sigue:            

Salve, Madre,
en la tierra de mis amores
te saludan los cantos
que alza el amor.
Reina de nuestras almas,
flor de las flores,
muestra aquí
de tu gloria los resplandores,
que en el cielo tan sólo
te aman mejor.

Virgen Santa, Virgen pura,
vida, esperanza y dulzura
del alma que en ti confía,
Madre de Dios, Madre mía,
mientras mi vida alentare,
todo mi amor para ti,
mas si mi amor te olvidare,
Madre mía, Madre mía,
aunque mi amor te olvidare
tú no te olvides de mí.

El autor de este hermoso poema, Restituto del Valle Ruiz, fue un Ilustre agustino, gran poeta y formidable crítico.
Nació el 10 de junio de 1865 en Carrión, donde cursó el Bachillerato. Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza y Madrid y la carrera eclesiástica en Valladolid y  El Escorial.
Compuso la letra de numerosos himnos y cantos religiosos, como el «Himno a San Agustín» o el «Himno a la Virgen de Covadonga». 
El compositor Eduardo Torres Pérez era valenciano, de Albaida, donde había nacido en 1872.
Fue  maestro de capilla, organista, compositor, crítico musical y director de coro.
Alumno de Salvador Giner y de Joan Baptista Guzmán en su etapa de infante de coro de la Catedral de Valencia.
Tras haber coronado con éxito sus estudios religiosos, accedió  a las plazas de maestro de capilla de las catedrales de Tortosa en 1895, y de Sevilla en 1910, iniciando así su etapa más prolífica.
Desempeñó la crítica musical de la edición sevillana del diario ABC desde 1929, y ejerció además el magisterio de música en el Hospital Provincial, en la Sociedad Económica de Amigos del País y en el Conservatorio. Fue sucedido por Norberto Almandoz Mendizabal
Todos los años en el tramo final de los cultos solemnes al Cristo del Calvario, se cantan cada noche las famosas coplas al Cristo. La partitura es obra suya.
Y los devotos al Santísimo el día del Corpus o siempre que acompañan con cánticos una procesión eucarística, entonan “Cantemos al amor de los amores”, «Himno de los Adoradores» que fue el  oficial del XXIII Congreso Eucarístico Internacional. La letra es de Restituto del Valle.
Ante el Monumento a la Inmaculada en el vértice de las noches del siete y el ocho de Diciembre, la Sevilla tradicional que defendió el Dogma, se anticipa a que le rindan tributo las Tunas Universitarias, cantando el “Salve Madre”. Y cada vez que los rocieros miran a la Blanca Paloma que les espera en las marismas almonteñas, entonan esta invocación también.
Es lo que más se canta en el Rocío. Sin duda ninguna.

sábado, 2 de mayo de 2015

Rafael de Cózar. Un romántico de vanguardia. Juan Francisco Sánchez Benítez


Un estudiante algo desubicado deambula por los pasillos de la antigua Fábrica de Tabacos de Sevilla, hace años convertida en universidad. Un edificio colosal que compacta su suelo marmolado y pulcro con estatuas clásicas, patios con fuentes, y muchos, muchos, y muchas estudiantes cuya bulla hacen que el ambiente sea una mezcla entre templo respetuoso y ruidosa juventud a la caza de su futuro, a veces sin ser muy conscientes de ello.

Aulas con encanto vienen a la memoria, de esas en forma de gradas a imagen de las películas americanas. ¡Cómo imponían esas clases cuando tocaba exponer frente al grupo! Por suerte, eso no ocurría muy a menudo.

Ese estudiante era un servidor y ahora recuerdo cómo bajo esos muros fui conociendo a compañeros, algunos de los cuales siguen siendo mis amigos y, cómo no, profesores y profesoras que de alguna manera marcaron una etapa tan crítica de la vida, unos con más pena y gloria que otros.

De entre ellos, uno de los que sale a relucir a menudo cuando coincido con esos amigos de los que hablo es sin duda el nombre de Rafael de Cózar.

Esperando en la puerta de la clase, llegaba primero su manojo de llaves, después él. Lo acompañaba colgando de su cinturón un batiburrillo de abrepuertas que iban saltando a la vez que sus pasos sorteaban los interminables pasillos de la facultad. El todo que formaban sus patillas y bigote peculiares le hacían caer bien sin duda. Diría que era uno de los preferidos entre la masa estudiantil, sobre todo cuando abría la boca y empezaba a transmitir con esa visión tan característica y singular de la literatura, que era lo que yo estudiaba allí. Experto sobre todos los temas en vanguardia, sus estudios sobre poesía e imagen han obtenido el aplauso de críticos y entendidos en la materia. De él escuché por primera vez hablar de los poemas visuales, los caligramas de Apollinaire o los manifiestos surrealistas de André Breton y Salvador Dalí. Apasionado de Bécquer, de su teoría de la creación amorosa más que de sus poemas, conectaba sin contratiempos romanticismo, realismo y vanguardias, bailando entre los límites de literatura y pintura para crear un collage literario o una pintura textual según viniese al caso. 

Y el caso es que son tiempos de friolera. Aprovechamos para traer uno de sus poemas.

Hace frío esta tarde, hace frío
y el polvo comienza a amontonarse
como una húmeda piel sobre mi cuarto.
Me levanto y en un verso apago el cigarrillo,
escucho como pican los recuerdos,
golondrinas de mi miedo son sus gritos,
la espera de una llave que no canta
o los pasos que se pasan, o no llegan,
esta puerta de cinabrio en mi castillo.
Sus ropas, sin estar, están aún
calentando con su cuerpo cada estancia,
sus ropas y mis pocas…
… es la manta el último lugar donde llorar,
mi armario en un bolsillo
y en el pecho
el baúl donde guardo cada hora,
mi nuestra compartida soledad…
Que tú tal vez estás desnuda igual de triste
con otro igual de triste qe te adora…
Mi hora ya ha llegado, la transpiro,
te respiro y te recuerdo, solo queda
que en aquella transparencia de tu cuerpo
hace frío,
hace frío esta noche,
hace frío.
        (Hace frío, Los huecos de la memoria, Rafael de Cózar)

Impartía una asignatura llamada Literatura III, que se correspondía con la literatura española de los siglos XIX y XX. Enseñaba tanto Romanticismo, como Modernismo, literatura fin de siglo, y, cómo no, sus adoradas Vanguardias. Aparte de profesor, era pintor, y poeta. Además, como él mismo confesaría en la introducción de su libro de poemas Los huecos de la memoria, sus versos son más reconocidos que conocidos. Y es que Cózar, Fito para sus amigos, ha sido premiado tanto en su creación crítica como novelística y poética. 

Cuando tocaba, no sé si por pura casualidad, que empezara a explicar la obra de Camilo José Cela, su clase comenzó de la siguiente manera: “Camilo José Cela nació el 11 de mayo de 1916 y ha muerto a las 8:00 de la mañana del día de hoy”. Era el 17 de enero de 2002. Dicho esto prosiguió hablando de La familia de Pascual Duarte, que era una de las obras incluidas en el programa.

Sus alumnos recordamos con frecuencia una historia que él solía contar, y que ejemplifica su manera de explicar y entender la literatura. Desafiando a mi memoria, intentaré rescatarla tal y como él la contaba, sin muchas esperanzas de conseguirlo:

“Resulta que había unos gitanos que tenían un tigre en su patio de vecinos de las 3.000 viviendas (uno de los barrios más desfavorecidos de Sevilla). Muchos pensaban que era una locura pero como el tigre era del patriarca no se atrevían a decir nada y hacían como que no pasaba nada. El tigre fue creciendo y creciendo y cada vez pasaba menos desapercibido. A veces se escapaba correteando, aunque siempre volvía. El caso es que empezó a extenderse por el barrio la noticia de que en aquel barrio de vecinos tenían un tigre suelto. Ya era poco menos que un tigre adulto cuando llegó a oídos de sociedades protectoras de animales, que empezaron a hacer presión. Algunas voces se atrevían ya a mencionar el tema al patriarca y le intentaban hacer ver que podía causar cierto conflicto si pasaba algo con el tigre. En esto el patriarca dijo: “Al tigre nos lo vamos a comer este domingo en caldereta”. Rafael de Cózar, nuestro profesor, proseguía narrando: “Y los gitanos se comieron al tigre en caldereta.” Para, por fin, terminar haciendo la siguiente afirmación: “Pues eso, señores, es el surrealismo”.

Amigo íntimo de Juan Eslava Galán y Arturo Pérez Reverte (éste último lo convertiría en personaje de una de las entregas del Capitán Alatriste), era asiduo a las tertulias televisivas y radiofónicas dirigidas por Jesús Vigorra. Recuerdo un día que iba con mi padre en el coche y tenía la radio sintonizada en Canal Sur, como la mayoría de nuestros padres. El caso es que escucho: “Rafael de Cózar” y todo orgulloso lanzo un “Ese es mi profesor”. El programa iba de unos encuentros de música africana y en el coloquio Jesús Vigorra comenta lo bien que están escuchando una música tan placentera, a lo que responde mi entonces profesor: “Lo que nos falta es un porrito”. Yo no pude más que mirar hacia abajo, hacerme el despistado y decir para mis adentros: “Esto es el surrealismo”.

La anécdota del tigre fue una de las más recordadas, cuando el pasado 13 de diciembre de 2014 nos despertó la noticia de que Rafael de Cózar había fallecido la noche anterior en un incendio en su casa de Bormujos. De la noticia se hicieron eco la mayoría de las cadenas de televisión y se extendió como la pólvora a través de las redes sociales. Aunque existen versiones contradictorias, al parecer bajó a la planta inferior a despedir a su mujer, cuando advirtió que su santuario de libros y su ordenador, con el que trabajaba en su próxima novela, se quemaban. No lo pensó dos veces, y agarrando un extintor, subió a intentar sofocar el fuego, muriendo ahogado por las llamas. Quedamos sobrecogidos por la noticia sus alumnos, y sobre todo su familia. Su hija, su mujer, hermanos y sobrinos no podían creer lo que había pasado. Él que había vivido para y de la literatura, moría ahora por ella. Se comentó que en su entierro, donde acudieron personalidades de la universidad y de la cultura sevillana y nacional, hubo una mezcla entre risas, admiración, rabia y alabanza con las intervenciones de su sacerdote, al que conoció en Bormujos, y quien recordó que el día en que se conocieron Rafael no dudó en declararse “ateo por la gracia de Dios” y de su amigo Arturo Pérez Reverte. Este último publicaría en su cuenta de twitter: “Ha muerto Fito Cózar. Mi amigo, mi hermano. En 25 años nunca lo vi malhumorado. Una de las mejores personas del mundo”. 

No pasará mucho tiempo, esperamos. Pronto los libros de historia de la literatura se harán eco de sus versos, sus novelas, sus clases magistrales y su literaria muerte, que maldecimos todos los que llegamos a conocerle.

Rafael de Cózar, un genio, un romántico de vanguardia.